(Madrid, 2 de marzo de 1914 – 19 de noviembre de 2007), hija del filósofo José Ortega y Gasset y de Rosa Spottorno Topete. Su vida siempre estuvo unida al mundo intelectual, impulsando importantes proyectos culturales como la creación en 1978, junto a su hijo José Varela Ortega, de la Fundación José Ortega y Gasset (hoy la Fundación José Ortega y Gasset-Gregorio Marañón), la dirección de la casi centenaria Revista de Occidente, fundada por el filósofo español en 1923, y la localización, reunión y conservación del valioso legado de su padre. Esta tarea permitió más tarde profundizar en el estudio de la obra del filósofo y emprender el proyecto de Obras completas de José Ortega y Gasset, culminada  en 2010 por el Centro de Estudios Orteguianos de la propia Fundación por un equipo de jóvenes investigadores coordinados por Javier Zamora Bonilla.

Soledad Ortega se licenció en la Facultad de Filosofía y Letras en la Universidad Central de Madrid (que se convirtió más tarde en la Universidad Complutense de Madrid). Su vida transcurrió -debido también al estallido de la Guerra Civil española- por distintos países: Francia, Holanda, Portugal, Argentina e Inglaterra. En este último, desempeñó la labor de profesora de Lengua y Literatura Española en el Dr. Villiam’s School, en el curso 1937-1938. A su regreso a España, en 1940, fundó con Julián Marías y Dolores Franco, entre otros discípulos de su padre, la Academia de Preparación para los Estudios Preuniversitarios Aula Nueva. También impartió clases en el Colegio Estudio, heredero de la Institución Libre de Enseñanza.

Para Francisco Ayala, la gran revolución, permanente, del siglo XX fue, ha sido, la revolución de las mujeres. La única gozosamente triunfante. La única que ha salido bien, en un siglo de iluminados, cuando no de asesinos en masa. La incorporación de las mujeres a la vida profesional, política, económica, intelectual, académica es un hecho irreversible. Si en España vale un modelo, y un ejemplo, de lo que advierte Ayala, sin duda, ese nombre es el de Soledad Ortega Spottorno. Como la de tantos españoles de su tiempo, la vida de Soledad Ortega estuvo marcada por el terrible acontecimiento de la Guerra Civil española –una guera de canallas, de (h)unos y de (h)otros”, al decir de Unamuno- que como desastre histórico y personal así se vivió. Y así lo declaró Soledad poco antes de recibir de Su Majestad el Rey don Juan Carlos la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio: “Toda catástrofe histórica deja marcada poderosamente la existencia de quienes la viven. La Guerra Civil amputó la trayectoria de mi vida profesional.

Su impronta fue clave para la recuperación de la editorial Revista de Occidente y cuya publicación no pudo reeditarse hasta años después de la Guerra Civil española, en 1963. Recordando las palabras de Soledad, directora de la Revista desde 1980 hasta 2007, esta publicación «pretende ser el vehículo de transmisión y órgano de expresión de todo ese mundo cultural que la Fundación está concitando a su alrededor». Hoy la Revista de Occidente se ha consolidado como un escaparate internacional de la cultura en español, que la Fundación Ortega-Marañón edita y promueve con el mismo convencimiento y filosofía: aunar el saber para divulgar los grandes temas de nuestro tiempo. Soledad Ortega presidió la Fundación José Ortega y Gasset hasta 1993 y, en este periodo, promovió también la creación del Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset (hoy el Instituto Universitario de Investigación Ortega-Marañón), un centro interdisciplinar adscrito a la Universidad Complutense de Madrid especializado en posgrado, donde también se fomenta la investigación, el debate y los estudios de área. Bajo su presidencia, se impulsó a su vez la creación del Centro de Estudios Internacionales en Toledo, centrado en la difusión la lengua y cultura españolas para alumnos y profesores internacionales.

Soledad a todo se sobre puso. Fiel al ideario aprendido en sus luminosos años de aprendizaje, aquellos años de la Edad de Plata de la cultura española, años de esperanzas, aperturas, sueños, anhelos y voluntades. Años de viajes y descubrimientos. Los años de García Morente al frente del formidable edificio de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Complutense, de las conferencias en la Residencia de Estudiantes, del inolvidable crucero académico por el Mediterráneo. Como señaló Emilio García Gómez en una Tercera de ABC dedicada a Soledad, “ha hecho lo que tenía que hacer”. No era poco. Julián Marías, Julio Caro Baroja, Victoria Ocampo, son algunos de los nombres, entre tantos, que acompañaron su aventura intelectual, su infatigable voluntad de dar con un estilo decididamente innovador, regeneracionista. Porque la vida es un estilo y se juega en los detalles, en las formas; sobre todo, cuando el sentido de lo que importa ha cobrado un destino sin regreso. “A mi espalda sentía el acicate de mi padre”, recordó la memorable tarde en los jardines de la Fundación cuando recibió la citada Gran Cruz del Alfonso X el Sabio. Menudo acicate, menuda presencia, menuda estela.

Doña Soledad, como la llamábamos desde la admiración, el respeto y el cariño en la Fundación, fue una mujer de vanguardia, que contribuyó de forma brillante a resaltar el papel de la mujer y de la cultura en una España que vivía un periodo de modernización y apertura democrática. Su carácter cautivó la atención de otros importantes intelectuales y los involucró en el proceso de creación y proyección de la Fundación José Ortega y Gasset, en la actualidad un referente internacional en los campos de las ciencias sociales y las humanidades y, también, desde la fusión en 2010 con la Fundación Gregorio Marañón, de las ciencias de la salud, Pero lo más importante, permitió poner luz, dedicando toda su vida a ello, al altísimo valor de las ideas y reflexiones de uno de los más grandes filósofos del siglo XX que hoy brilla más que nunca: José Ortega y Gasset.