Carmen Mir, la diseñadora olvidada por la historia que llegó a tener 200 empleadas y desfiló en Estados Unidos

La modista española fue una de las más respetadas internacionalmente en los años sesenta. Ayudada por su nuera, Elisa Lacambra, vistió a Maria Callas y a Aline Griffith.

Carmen Mir.

© Archivo de Carmen Mir.

"Yo viví en una familia que era todo lo contrario". Quien pronuncia estas palabras es Gabriel Masfuroll, nieto de la legendaria pero injustamente olvidada diseñadora Carmen Mir, nacida en 1903, criada en la pequeña ciudad de Manresa, y artífice de una marca de moda que llegaría a emplear a 200 personas y desfilar en Estados Unidos, Bruselas y Sidney. Su familia era todo lo contrario, explica Masfuroll, porque cuando las mujeres de la época se veían obligadas a abandonar sus sueños para ocuparse de sus maridos e hijos, a ella la animaron a crear su propio taller y a viajar por el mundo mientras su esposo la apoyaba desde un segundo plano. "Hoy en día estamos en pleno siglo XXI, cuando las mujeres reclaman la igualdad y España presume de emprendimiento. Para mí fue absolutamente normal desde niño", comparte por teléfono.

Carmen Mir heredó la pasión por el textil de su padre, empresario del sector. Desde muy pronto comenzó a mostrar talento propio. "Era genio y figura. Una mujer sencilla, una modistilla de una ciudad muy pequeña, que empezó cosiendo vestiditos en un pequeño taller de Manresa", relata Masfuroll. La trayectoria de Mir ha inaugurado este martes en Madrid el ciclo "Españolas por descubrir", del Círculo de Orellana en colaboración con el Instituto Cervantes y presentado por el diseñador Lorenzo Caprile.

Diseño de Carmen Mir.

© Archivo de Carmen Mir.

"Mi abuela era muy buena en lo que hacía y por eso tenía que destacar, aunque el mundo le fuera adverso. Eran unas épocas muy difíciles, se vivía una posguerra, en la que había que espabilar y luchar mucho para poder sacar adelante a una familia", comparte su nieto por teléfono. El éxito de sus diseños entre su círculo de conocidas la animó a presentar su propia colección, que fue un gran triunfo y supuso el impulso definitivo para abrir su primera tienda en Barcelona, en los años cincuenta, dedicada a la confección de alta costura.

A petición de una de sus clientas, Aline Griffith, condesa de Quintanilla, en 1969 se decidió a abrir una boutique en Madrid, en el número 86 de la calle Velázquez. Fue el año de su salto internacional. Vestir a Laura Valenzuela en Eurovisión apuntaló su crecimiento de forma definitiva, y empezó a viajar por Estados Unidos, México, incluso Egipto y Australia para presentar sus diseños y exportarlos a tiendas como Saks o Bergdorf Goodman.

Uno de sus logros más sorprendentes fue la invitación que recibió de la NASA para participar en un desfile en honor a la llegada del hombre a la luna. Ideó un traje inspirado en el uniforme de los astronautas que conquistó a los asistentes. "Hay un secretillo detrás de aquel traje. En el colaboró mucho mi padre, que leía muchas revistas estadounidenses, como Life, y ayudó a buscar en esas publicaciones imágenes de Armstrong". En California les obsequiaron con el premio "Splendor of Spain".

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En su trayectoria sería clave la figura de su nuera, Elisa Lacambra, progenitora de Masfuroll. "Mi madre empezó a trabajar con ella en los años cincuenta. Era una mujer muy guapa, mi abuela le pidió que hiciera de maniquí... y mi padre se enamoró de ella. Trabajaron juntas, y aunque competían, porque mi madre también era genio y figura, lo compaginaban muy bien porque tenían clientas distintas. Las jóvenes iban con mi madre y las más mayores con mi abuela. Recuerdo algunas batallitas, pero siempre lo solucionaban", rememora Masfuroll, que a veces las ayudaba a redactar las facturas en inglés.

Ambas despuntaron en una época en la que las mujeres tenían casi todo en contra. "Cada vez que viajaban tenían que pedir permiso a sus maridos, no podían sacar el pasaporte sin su autorización", señala Masfuroll. "Mi padre y mi abuelo aceptaron sus vocaciones y las ayudaron, algo que no se hacía nunca. El sueño de mi padre fue haber sido arquitecto, pero renunció a ello para quedarse y ayudarlas", recuerda. "Ellas eran súper trabajadoras. Las recuerdo los domingos, luchando por conciliar. Eran conscientes de que trabajaban en inferioridad con sus compañeros diseñadores, y eso las animaba, las motivaba".

A ellas se les atribuye haber ayudado a popularizar la minifalda en España, así como la diversificación de los productos. "Lanzaron líneas de zapatos, gafas, colonias, paraguas, pañuelos y al final hasta hicieron un intento de ropa masculina, algo muy atrevido, pues no olvidemos que vivíamos en una sociedad muy machista y que un hombre pudiera vestir con ropa diseñada por una mujer en aquellos años era como una felonía", explica en una semblanza en su página web. "Pero se intentó y puedo decir que yo llevé y aún conservo un traje y un abrigo magníficos".

Mir triunfó a la sombra de Balenciaga, el modisto que acabaría eclipsando a otros contemporáneos de gran talento como Antonio del Castillo o Pedro Rodríguez. "Vivir de cerca el negocio de mi abuela fue muy enriquecedor y pude conocer a gente muy interesante, desde Christian Dior, pasando por los grandes modistos españoles como Manuel Pertegaz o Elio Berhanyer", explica Masfuroll.

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Entre las anécdotas, Masfuroll destaca un divertido encuentro en París. "Mi abuela y mi madre iban cada año iban a la capital francesa y luego también a Milán a ver las colecciones", explica en su texto. "Las invitaban y ellas iban allí con sus lápices y blocs a tomar ideas para luego realizar sus propios diseños. No existía Internet ni la tecnología era la actual. Pues bien, en uno de estos viajes estaban a punto de entrar en la Casa Dior y un joven italiano que conocía a mi abuela le pidió que le ayudara a entrar porque no tenía invitación y le interesaba mucho. Qué decir que mi abuela le ayudó a entrar y pudieron ver la colección juntos. El personaje en cuestión se llamaba Valentino Garavani".

Los años setenta y la crisis del petróleo supusieron un difícil golpe para la compañía familiar. "La industria textil sufrió muchísimo, sobre todo la catalana. Más de la mitad de las empresas quebraron y fue muy duro para todos", explica Masfuroll. "Recuerdo que había que tomar medidas drásticas, pero los 150 empleados que teníamos llevaban con nosotros muchísimos años, eran como de la familia y muchos de ellos me habían visto nacer", detalla. Su abuelo enfermó y falleció, y su abuela, afectada de una enfermedad senil degenerativa, también los abandonó, en 1986. El Alzhéimer que sufría el padre de Masfuroll, sumado a aquellas muertes, "destrozaron la familia y la capacidad de reacción de un negocio que hubiera podido ser increíble". Su madre, ayudada por su hijo y otros familiares, pudieron levantar la deuda que habían tenido que afrontar hasta que en 2006 decidieron retirarse definitivamente. "Fueron valientes, y muy creativas. Es una lástima que no se las haya reconocido como se merecían".

Desfile de Carmen Mir.

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