Dónde Hay Voluntad, Hay Camino

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Mi lema siempre fue: “¡Donde hay voluntad, hay un camino!”

Aunque mi padre fuera médico dentista y hubiera querido verme médico también, después de mi bachillerato decidí hacerme diplomática y lo conseguí.

De allí se me abrió el mundo de la política exterior y tuve la suerte de estar 15 años trabajando primero como Secretaria de Estado (1995-2000) y Ministra de Asuntos Exteriores de mi País, Austria ( 2000-2004) y más tarde 5 años como Comisaria de Relaciones Exteriores y de Política de Vecindad de la Unión Europea (2004-2010).

Podéis imaginaros que he vivido muchísimas experiencias y he tenido que superar grandes retos pero os quiero contar brevemente, cómo pude iniciar un largo camino para liberar a 5 enfermeras búlgaras y a un joven médico residente palestino de la cárcel en Libia en Julio de 2007, después de que estuvieran en prisión durante 8 años, condenados a pena de muerte.

Ésta es una historia vivida que me ha marcado para siempre:

El equipo médico arriba mencionado, había trabajado en un hospital de niños en Bengasi (Libia) y habían sido acusados de inocular el virus del Sida a 426 niños.

La verdad es que como también lo testimonió el profesor francés, Luc Montaigner, uno de los descubridores del virus VIH causante del SIDA, “la enfermedad existía ya en el centro clínico antes de que llegaran a él los cooperantes, debido a una falta de higiene”.

Me había enterado de este caso siendo Ministra de Asuntos Exteriores de Austria pero, apenas en mi nueva función de Comisaria de la UE, empecé a mover todo en mi poder para liberar a estas pobres víctimas, “chivos expiatorios” del coronel Gadafi.

Junto a mi Embajador en Tripoli y al Embajador de Libia en Bruselas, dibujamos una estrategia donde yo tenía que visitar el Hospital de Bengasi y a los niños enfermos, tenía que hablar con los familiares de estos niños para convencerles de que no había sido el equipo médico el responsable de la enfermedad y muerte, en parte, de los niños, sino una falta total de higiene del Hospital. Después tenía que visitar a las enfermeras encarceladas en una prisión especial y al joven residente palestino, que se encontraba en la cárcel junto con criminales peligrosos. Por último, tenía que reunirme con el Coronel Gadafi.

Después de esta preparación, viajé primero a Bengasi y después a Tripoli según el plan, ofreciendo a las familias de Bengasi y al “leader” Gadafi, que la Comisión Europea se ocupase de modernizar el Hospital para que fuese el mejor de toda la zona y que algunos Estados Miembros de la Unión Europea, como Italia, Francia, España, Alemania, Portugal, Malta, etc… aceptasen cuidar y curar en cuanto fuese posible a los niños infectados en sus propios hospitales europeos.

Podéis imaginaros lo duro que fue la visita a los niños enfermos, mirar a los ojos de las madres totalmente rotas por el dolor, y hablar después con las familias de los 426 niños muy indignados, furiosos por lo que había ocurrido a sus hijos.

Ese momento fue el más tenso y peligroso hasta para mí, porqué los padres estaban tan enfadados que hubieran podido lincharme, puesto que estaban convencidos de que las enfermeras y el joven médico palestino, habían contagiado a sus hijos el Sida, y exigían la muerte del equipo médico. No aceptaban otra versión de los acontecimientos.

También mi emoción al ver a las enfermeras, víctimas de tal acusación y al joven palestino que habían sido torturados de forma muy cruel en sus prisiones, y que habían estado bajo la pena de muerte durante más de 5 años.

Después de haberles visto y haberles podido abrazar y susurrarles durante unos segundos que intentaría todo para sacarles de sus cárceles, estaba todavía más determinada a no escatimar ningún esfuerzo por conseguir su liberación.

No os puedo contar las muchísimas gestiones y negociaciones que tuvimos que hacer en la UE hasta que un día – después de haber preparado un proyecto de Acuerdo con Libia sobre su integración en el Proceso del Mediterráneo con un Tratado especial y otras acciones, estuvimos listos para liberar a este grupo.

Fue en ese momento cuando el Presidente francés Sarkozy, decidió mandar a la que entonces fue su mujer, Cecilia, a ver a Gadafi para que consiguiese su excarcelación.

Cuando supe los planes del Presidente Sarkozy, acordamos que yo acompañaría a Cecilia en ese viaje a Libia, puesto que había preparado el terreno durante dos años y medio.

Después de dos días y dos noches de negociaciones durísimas, al final logramos liberar a los 6 presos, negociando nuevamente con los libios y también con la ayuda del propio Presidente Sarkozy quien a su vez obtuvo una contribución de Qatar, cuyo contenido sin embargo desconozco.

Para mí, el premio más bonito fue finalmente poder abrazar a estas mujeres víctimas y al joven Palestino Ashraf en libertad, inmediatamente después del despegue del avión francés.

“¡Eureka!”, finalmente estaban libres.

Pensé para mí: ¡Dónde hay voluntad, hay un camino!

Benita.