A veces buscamos la felicidad por tantos sitios extraños y la tenemos ahí, tan fácil.
Cristina Matossian. Presidenta Nuevo Futuro Perú
Aún no sé cómo a Leti se le ocurrió incluirme en este círculo de personas tan notables y encima ahora tener que escribir este post con la idea que os sirva de inspiración! Me temo que no sé ni por dónde empezar!
Solo puedo contaros que he tenido una infancia privilegiada, siempre he sido muy querida y siendo la única mujer después de tres hermanos, lo tenía bastante fácil. Además he tenido la suerte de saber desde pequeña lo que quería ser de mayor. Nunca dudé que sería veterinaria y desde el bachillerato, que lo hice primero en inglés y continué en español para no perder un año, elegí las asignaturas que me iban a servir para mi carrera. Mi madre horrorizada, ella hubiera querido que fuera traductora simultánea o algo así, más femenino, todo menos veterinaria.
Mi profesión me permitió crecer mucho en las relaciones humanas. Era responsable de la asistencia técnica que daba mi empresa a los ganaderos que compraban nuestro producto. Ello me permitió viajar por muchas zonas de España y sobretodo relacionarme mucho con la gente, conocer sus problemas y no solo los específicos de sus ganados, si no los de sus vidas en general; acababas siendo como un confesor. Aprendí a hablar con la gente, a darme cuenta que el ser humano necesita ser escuchado, y que la mayoría de las veces, con solo escucharles y darles ánimo contribuyes mucho a la solución de sus problemas. Si la gente hoy en día se relacionara más, cultivara más la amistad y se diera mas a los demás, creo que serían mucho más felices. El ponerse en los zapatos del otro y asumir sus problemas, te ayuda a olvidarte de los tuyos.
Mi vida tuvo un cambio inesperado. Yo que estaba feliz con mi profesión, mi trabajo, mi familia y mi campo que adoro, se me ocurrió enamorarme de un peruano y en menos de nueve meses estaba casada y viviendo en Perú. Sin duda las mujeres somos mucho más lanzadas que los hombres o más inconscientes. Pero gracias a Dios hasta ahora no me arrepiento.
Rápidamente convalidé mi título, y al poco tiempo me vi envuelta en la formación de una ONG sin ánimo de lucro, Procabra, creada para ayudar a los ganaderos de cabras que estaban retrasadísimos en ese país. La finalidad fundamental era mejorar el nivel de vida de esta gente, a través de lo que tenían que eran las cabras. Creo que nunca en mi vida he trabajado tanto, pero caray lo que aprendí! Me puse metas muy altas, pero algo que siempre digo en las capacitaciones es que cuanto más alta te pongas la meta, aunque no la logres, más lejos llegarás. Ganarte la confianza de gente que había sido engañada muchas veces, y cambiar sus hábitos ancestrales, no fue sencillo pero poco a poco lo logramos. Gracias a la cooperación española se creó una granja experimental. Hubo incluso proyectos para mejorar las viviendas de los cabreros y se construyó una quesería. La FAO nos apoyó a introducir por primera vez el queso de cabra en los supermercados; fue todo un reto. Hoy en día creo que no hay un restaurante bueno en Lima que no tenga alguna receta con queso de cabra, y lo que me llena de orgullo es que son aquellos ganaderos a quienes capacitamos en esos años los que les venden el queso.
Desde que llegué al Perú me entró mucho más fuerte el gusanillo de la responsabilidad social y mientras seguía trabajando con los ganaderos comencé a apoyar una Fundación peruana que rehabilitaba a niños con discapacidad. El ejemplo diario de esas madres que venían desde lejísimos cargando a sus hijos como podían para que recibieran sus terapias, siempre con la sonrisa en la boca, nunca quejándose, me marcó para siempre. Me di cuenta de lo privilegiada que había sido y el poco derecho que tenía de quejarme de nada. Por ello cuando se me presentó la posibilidad de poder fundar Nuevo Futuro en Perú, no lo dudé. Como no hacer algo por estos niños abandonados después de haber una privilegiada y haberlo tenido todo en la vida. ¡¡Qué menos!!!
Cuando comencé pensaba que yo estaba haciendo algo por estos niños, pero al poco tiempo me di cuenta que ellos estaban haciendo mucho más por mí. El poder contribuir, aunque sea con un granito de arena, a que estos niños tengan una familia y sean felices te llena tanto, es tan gratificante que es imposible explicarlo. Todavía me parece increíble que en estos 23 años de existencia hayamos atendido a más de 640 niños de los cuales 396 ya fueron adoptados, y 138 regresaron con sus familias biológicas. Atendemos un promedio de 100 niños/as por año en nuestros 5 hogares. Muchos han regresado a visitarnos, otros se comunican por internet y nos mandan fotos, nos llevamos tantas, pero tantas alegrías al saber que son felices!
Creo que a veces buscamos la felicidad por tantos sitios extraños y la tenemos ahí tan fácil. Con dejar de pensar en uno mismo y pensar un poco más en los demás, la felicidad la tienes asegurada.
Eso sí, os advierto que una vez que uno se mete en esto es como la droga, nunca tienes bastante, siempre quieres hacer más y más cosas. Ahora estamos luchando también para prevenir el abandono infantil, trabajando en instituciones educativas, con los padres de familia, los profesores y los alumnos, inculcándoles valores, mejorando su autoestima y así formando futuros líderes. Hay tanto que hacer!
Ánimo chicas, cada una desde su ámbito, podemos hacer tantas cosas por los demás.
Cristina